Lo mejor de la ciencia ficción rusa – Varios Autores (1973)

Ofrecemos a los lectores de lengua castellana una auténtica primicia: lo mejor de la copiosa producción rusa de relatos de ciencia ficción, producción prácticamente desconocida entre nosotros. La selección ha estado a cargo de Jacques Berger, quien como coautor de El retorno de los brujos y destacado especialista de renombre mundial, no necesita ser presentado a nuestros lectores. Ya en 1911 una revista rusa, El mundo de las aventuras, dedicaba sus páginas a la ciencia ficción, con colaboraciones entre otros de Julio Verne y H. G. Wells. No es casualidad que el propio Konstantin Tsiolkovski, uno de los precursores de la astronáutica, padre de los sputnik y de los cohetes espaciales, fuese también uno de los grandes escritores del género que cuenta en la URSS con un público tan nutrido como devoto. Esta primera antología que llega a nosotros permite contrastar el mundo ruso de la ciencia ficción con el norteamericano, bien conocido, y nos introduce en una original expresión de las ideas de las jóvenes generaciones de la Unión Soviética.

  • Título: Lo mejor de la ciencia ficción rusa
  • Autor: Varios.
  • Editorial: Bruguera. Colección Libro Amigo.
  • Páginas: 448.
  • Año: 1973.
  • Género: Ciencia Ficción.
  • Recopilador: Jacques Bergier.
  • Calificación:

Puntuación: 3 de 5.

Introducción.

Tenemos ante nosotros una de las primeras publicaciones en España, si no la primera, que aglutinaba un conjunto íntegro de relatos soviéticos dedicados a la ciencia ficción. Era la época en que Bruguera gustaba de publicar recopilatorios con el nombre de «Lo mejor de». Tal es el caso de algunas historias de misterio y terror que editó con los títulos, nada originales por otra parte, de: «Las mejores historias…» añadiéndoles sus correspondientes «…insólitas«, «…siniestras«, «…de horror«, etc. La ciencia ficción no iba a ser menos y se iba a convertir en protagonista de múltiples recopilatorios en su colección Libro Amigo sacando al mercado títulos nada desdeñables como «Los mejores relatos de ciencia ficción«, «Los mejores relatos de anticipación«, los famosos 40 volúmenes con el subtítulo «Selección…» además de los dedicados a la ciencia ficción alemana, francesa y rusa.

El volumen dedicado a la fantasciencia russa como se tradujo al italiano, nos ofrece una visión y un estilo centrados en la mitad de siglo XX ya que la mayoría de los 14 relatos que componen este libro fueron escritos en la década de los 50; solo las historias de Vladimir Nemcov, Iván Efremov y Alexander Beliaev se alejan algo en el tiempo sin llegar a representar algún cambio sustancial en su estilo o en la temática desarrollada. No es de extrañar pues que el novum común en todos ellos se centre en alguna idea tecnológica, en algún invento o progreso que revoluciona la sociedad, siempre soportado desde la camaradería soviética, el apoyo gubernamental y el trabajo colaborativo, núcleos principales de la ciencia ficción de este país. Este género no fue un simple entretenimiento para el país sino que representaba el futuro y las esperanzas humanas teniendo por ello una función didáctica y alentadora. Existen también relatos menos optimistas con la ciencia pero siempre respetando la especulación científica y la rigurosidad de esta.

Los relatos.

Con ello tenemos, como era de esperar, una irregular selección de historias comenzando con Cuentos de año nuevo de Vladimir Dudintsev, una extraña y confusa narración cuyo protagonista, al que le queda un año de vida y tiene una experiencia mística con una lechuza, trata de solucionar un problema para la humanidad. Un relato desconcertante acerca de la relatividad del tiempo y los valores de la vida. La máquina CE, modelo número uno de Anatoly Dneprov trata de una máquina pensante en la que su creador pretende hacerse rico gracias al buen hacer de una especie de ordenador que predice buenas inversiones. El problema es que la narración se hace con unos personajes y un contexto que no aportan mayor gracia al asunto.

Mejoran un tanto las sensaciones con la lectura de El gulú celeste, una historia de Viktor Saparin donde una expedición a Venus deja algunas escenas curiosas con la interacción entre terrestres, venusinos y flora y fauna de este planeta. Una historia que comienza con un buen desarrollo aunque poco a poco se va diluyendo en una trama demasiado sencilla. También deja buenas sensaciones el relato de Anatoly Dneprov: Los cangrejos caminan sobre la isla en un ejemplo de clásica historia soviética donde el desarrollo tecnológico y la presencia de la Guerra Fría estaban presentes en muchas narraciones. En este caso nuestros protagonistas experimentarán cómo evolucionan unos cangrejos mecánicos en una isla desierta con resultados algo inesperados. Un relato muy conocido y bien llevado aunque algo escaso de sentimiento.

También deja una gran impresión las dos siguientes historias. El experimento olvidado de los Hermanos Strugatski narra una incursión militar a un complejo de investigaciones secretas donde 50 años antes ocurrió una explosión devastadora. El misterio de los actuales eventos que allí se suceden es narrado con tensión y misterio además de mezclarlo correctamente con la ciencia. El final no termina de enganchar pero se le perdona. No pasa lo mismo con El capitán de la astronave Polus de Valentina Zhuravleva cuyo emotivo final permanecerá un tiempo en la mente del lector. En él vemos la historia de Alexei Zarubin, capitán de la astronave Polus y responsable de la primera exploración al planeta de la estrella de Barnard. Un viaje épico y romántico con una tripulación valiente, fiel reflejo de los grandes astronautas que se embarcarían en la historia espacial de la humanidad. El estilo lírico y de calidad deja un gran recuerdo. Es un relato muy conocido, traducido a múltiples idiomas.

Simpático es la palabra que me viene a la mente con el siguiente relato de Vladimir Savchenko. En El despertar del profesor Berne nuestro protagonista se hibernará durante 18000 años para poder demostrar su teoría de que los humanos se aniquilarán unos a otros y la vida comenzará de nuevo en la Tierra, pero cuando despierta, evidentemente no todo va a resultar tal y como él esperaba. El tono simpático y algo irónico deja buenas sensaciones aunque queda algo masificado con tantos conceptos científicos. Naves de estrellas, de Iván Efremov, también deja grandes sensaciones. En este caso nuestros protagonistas, dos científicos soviéticos, tratan de desentrañar mediante una expedición geológica algunos misterios que envuelven la existencia de un extraño fósil de dinosaurio. A través de fantásticas disertaciones acerca del universo, de la historia geológica de nuestro planeta y de la posible evolución social de nuestros ancestros, el autor nos deleita con una excepcional exposición de algunas teorías sobre la existencia de vida en otros planetas y una posible visita a nuestro mundo.

Los Hermanos Strugatski vuelven a la carga con un relato de científicos locos. Las seis cerillas investiga el accidente de uno de ellos, destapando las consecuencias de una serie de experimentos que trataban de encontrar los límites del aumento de la capacidad de nuestro cerebro . Los autores hacen gala aquí, a pesar de ser uno de sus primeros relatos, de unas buenas formas a la hora de introducirnos en la ciencia y nos dejan un relato ameno e interesante. El relato Mister Risus, de Alexander Beliaev, sin embargo deja bastante más indiferente. Nos narra la historia de un ingeniero estadounidense joven y talentoso que, tras terminar sus estudios, decide dedicarse al estudio y ejecución del arte cómico. Para ello intenta encontrar una formulación matemática que permita entender este arte y explotarlo científicamente. Bastante simple e ingenuo.

Vladimir Nemcov nos aporta un relato interesante pero innecesariamente extenso. La esfera de fuego nos narra la aventura de un técnico de radio enviado por su departamento a una región de Siberia para estudiar ciertos avances en el campo de los acumuladores y reclutar algunos científicos competentes, pero al llegar a su destino la caída de un meteorito provocará un incendio en plena Taiga que pondrá en peligro a todos los presentes en la zona. Durante el asunto el autor trata de aventurarse en el campo de las transmisiones electromagnéticas e imaginar unos avances en el campo de la electricidad, pero tampoco de detiene excesivamente en explicar la parte tecnológica por lo que todo queda un poco deslavazado. Tampoco aporta mucho la presencia de unos extraños crustáceos gigantes ni el postrero ensalzamiento de los valores humanos que cierra la historia y que trata, sin éxito, de cerrar el relato con un toque humano.

Los Hermanos Strugatski vuelven a aparecer en el libro con el relato El blanco cono de Alaid. Un explorador de planetas distantes de nuestro universo es enviado, junto con un equipo de científicos, a una isla de las Kuriles, donde tendrá que probar un nuevo invento: una máquina que es capaz de autoabastecerse y autodesarrollarse para, en un futuro, poder construir elementos necesarios para la supervivencia humana en cualquier planeta colonizable. Un relato bastante frío en el que el esfuerzo se centra en desarrollar el entorno y las explicaciones científicas, más que la historia o los personajes en sí, y en el que el volcán Alaid (que existe realmente en la zona) sirve para dar un pequeño toque de melancolía al asunto.

Las botas mágicas de Viktor Saparin es un relato bastante breve que expone la tecnología que hay detrás de la fabricación de unas botas que nunca se estropean. Un sencillo relato que deja unas pinceladas fantásticas y que acaba centrándose más en la parte tecnológica. Por último, Georgi Gurevic nos ofrece un muy interesante relato. La infra del dragón es el viaje de una expedición a los confines del Sistema Solar para estudiar una serie de cuerpos menores aparentemente habitables, incluyendo en su tripulación a Pavel Carusin, ilustre capitán cósmico responsable de expediciones por casi todos los planetas del Sistema Solar. Tiene un estilo agradable e íntimo, aunque carece de una prosa fluida y de una mayor profundidad de personajes. El tratamiento de ciertos conceptos astronómicos como las mediciones por paralaje o velocidades y distancias espaciales es muy correcto y aprovecha la figura del capitán Carusin para ensalzar los valores exploratorios y de aventura que debe de hacer gala todo buen relato soviético tras los descubrimientos que hacen los astronautas cuando llegan a su destino. Todo ese conjunto hace que la sensación final sea buena.

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